Su nombre, que señala un Lizarraga "de abajo", nació sin duda de la necesidad de diferenciar este lugar del de Lizarraga de Ergoiena, que antiguamente se llamaba, al mismo efecto, "Lizarragagoikoa", o sea Lizarraga "de arriba". Tal y como señala su nombre, se ubica en terreno bajo y llano, a orillas del río Burunda, junto a un puente que salva su cauce, poco antes de llegar a Arbizu y en la carretera que llega de Lizarrusti y Guipúzcoa. Constituye un núcleo de población ciertamente reducido, motivo por el cual ha sido tradicionalmente marginado por la bibliografía, a pesar de que presenta un modélico estado de conservación. Está compuesto por un reducido grupo de casas, mayoritariamente exentas y con tejados a cuatro aguas, con fachadas enlucidas y puertas de acceso de medio punto o adinteladas. No parecen muy antiguas en su aspecto actual, dato que se confirma al observar alguna fecha (por ejemplo "Zubizarretenea", 1884). El grupo más significado de casas se sitúa en torno a la iglesia, aunque otras, aparentemente algo más modernas, se edificaron al otro lado de la carretera. Lizarragabengoa, que a diferencia de la mayoría de los pueblos de la Sakana no ha experimentado crecimiento relevante alguno, muestra, de manera embrionaria, la misma propensión de los demás pueblos del valle a disponerse en derredor de múltiples plazas y espacios abiertos. De cualquier modo, parece haberse quedado en una fase previa a la colmatación de los espacios libres que se ve en los lugares cercanos y, con mayor motivo aún, carece igualmente de la tendencia a la linealidad que hemos observado en las fases de expansión de pueblos como Arbizu o Lakuntza.
Tiene planta con una única nave, que se estrecha al embocar la cabecera, profunda y rematada en forma de artesa. Se adosa a la cabecera una sacristía de planta cuadrada, y la torre se levanta junto al primer tramo de la nave, siempre por el lado de la Epístola. Entre los volúmenes de la torre y la sacristía se alza un pórtico de madera sobre pie derecho que cobija el acceso al templo.
Los muros son de mampostería con abundante argamasa, y al interior van debidamente enlucidos. Se abren mediante dos ventanas de arco de medio punto en los paños oblicuos de la cabecera, más otras dos ventanas, también de medio punto, por tramo, salvo el primero de ellos que sólo se perfora con una, y otra ventana en el muro de los pies. Como se ha dicho, el acceso se abre en el muro meridional, en su segundo tramo, y la nave se completa con un coro alto.
La cubierta de la nave es una bóveda de arista, dispuesta en tres tramos separados por arcos fajones, cubierta que se repite en la cabecera. La sacristía lleva cubierta a cielo raso.
Al exterior llama la atención el volumen prismático de la torre, con un esbelto fuste dividido en dos cuerpos por una cornisa. El primer cuerpo se abre mediante dos ventanas de medio punto que van alineadas, y a continuación va el cuerpo de campanas, más reducido en planta, que se abre en un arcos de medio punto y va rematado por una potente cornisa moldurada, más un tejado piramidal con cruz en la cúspide. En cuanto al acceso al templo, consta de un arco de medio punto muy sobrio y sin decoración alguna.
El retablo de San Pedro es barroco de la segunda mitad del siglo XVII. Consta de banco, cuerpo con hornacina y ático. El banco lleva decoración vegetal, en relieve, mientras que el cuerpo, que se articula con columnas salomónicas, alberga la imagen sedente de San Pedro como pontífice, en un estilo un tanto popular. Remata el conjunto un Crucificado barroco. Bajo el coro hay una pila bautismal con fuste cilíndrico moldurado y taza semiesférica con gallones, y en la sacristía se guarda un copón de plata del siglo XX.
Fuente:
García Gainza (et. al.): Catálogo Monumental de Navarra, vol. V**, Merindad de Pamplona, Adiós-Huarte Araquil, Pamplona, Gobierno de Navarra, Arzobispado de Pamplona, Universidad de Navarra, 1994, pp. 590-591.
Joseba ASIRON SAEZ (2006)